sábado, 19 de enero de 2019

Hábitos de alimentación y estilos de vida saludable




       Un estilo de vida es la forma como cada persona decide vivir, son las cosas que decide hacer, la hora de levantarse, la hora en que descansa, el tipo de alimentos que consume, la clase de actividad física que practica, la forma de relacionarse con los demás y la actitud que se asume ante los problemas. En este sentido, un Hábito puede ser definido como el modo de actuar adquirido por la práctica frecuente de un acto. Se puede decir, entonces, que los hábitos alimentarios están caracterizados por los alimentos que se consumen con mayor frecuencia, considerando las circunstancias en que se hace (cómo, dónde, cuándo, con quién).
     En este orden de ideas, los hábitos son conductas aprendidas precozmente. Por lo tanto, enseñar buenos hábitos contribuirá a fomentar una vida más saludable. Las conductas alimentarias son el resultado de interacciones y aprendizajes múltiples, son evolutivas, integran datos racionales e irracionales y tienen su base en experiencias personales, positivas o negativas. Para lograr una alimentación saludable hay cuatro asuntos centrales que deben ser considerados precozmente en el control de salud del niño: la lactancia materna, la educación para el destete, la evitación de mitos y la creación de
hábitos.
     La introducción de la alimentación sólida es una etapa crucial, no solo por ser un período de gran vulnerabilidad nutricional para el niño, sino también porque es determinante en el desarrollo y formación de hábitos en alimentación. Desde el período de la lactancia materna exclusiva y especialmente cuando se introduce la alimentación complementaria es necesaria la educación para evitar precozmente las acciones involuntarias, inocentes y bien intencionadas, pero tendientes a introducir malos hábitos, que luego se perpetúan y que serán muy difíciles de combatir: usar alimentos como distracción o premio; celebrar cuando se come todo y castigar cuando deja un poco, etcétera. Conocer y dar a conocer a los padres la fisiología normal del desarrollo de la conducta alimentaria ayuda a evitar estos errores involuntarios, como por ejemplo, al iniciar la alimentación complementaria se debe tener presente que todo niño tiene neofobia (aversión a lo nuevo), por lo que normalmente rechazará algunos alimentos nuevos, sin que esto signifique que ese alimento no le guste más.
     Por otra parte, se nace con preferencias innatas por lo dulce y por lo salado, por lo que son necesarias buenas prácticas de introducción de alimentos, incorporándolos progresivamente. No se recomienda agregar azúcar a la comida para facilitar su aceptación; se debe incorporar primero alimentos livianos y en pequeñas cantidades, así como variar el tipo de alimentos para adquirir tempranamente la costumbre de recibir distintos sabores y consistencias. 
     No olvidar que es normal que el niño pequeño manifieste su aburrimiento o disconformidad ante algunas situaciones con llanto, el que muchas veces se interpreta erróneamente como hambre, por lo que para resolverlo se ofrece una galleta o un biberón, con lo que hay entretención, pero aprende mensajes erróneos que lo llevan a resolver, posteriormente, cualquier situación estresante con comida.




¿Qué alimentos deben estar en un plato?

Para saber cuál es la cantidad de cada alimento que se debe comer, no hay necesidad de sentarse a la mesa con una báscula o balanza, ni con una tabla de composición de alimentos, basta con tener en cuenta algunos principios elementales.
Es muy fácil imaginarse el plato dividido en tres sectores de tamaños semejantes, el primero, rico en carbohidratos (arroz, pasta, algún tipo de raíz o tubérculo); el segundo, por una buena fuente de proteínas de buena calidad (carne de res magra, pollo, pescado, huevo, queso); el tercero, con una buena porción de ensaladas de vegetales frescos, acompañado con una porción de fruta.
Venezuela es una nación que tiene en su haber y en su evolución muchos elementos que permiten que el país sea considerado multicultural y multiétnico, ya que en la evolución de su historia las costumbres propias de la zona en algunos sitios se han enriquecido y en otros se han distorsionado.

Hay tres aspectos básicos que es necesario evaluar en la alimentación de los niños, niñas y adolescentes: sus estados nutricionales y de salud, evaluados a través de su crecimiento y su desarrollo físico; y su desarrollo educativo, visto a través de sus logros en el aprendizaje.
A. Evaluación del estado nutricional. Se realiza básicamente a través del control del peso y de la talla, en relación con la edad del niño. Sirve para conocer los avances en su crecimiento físico.
B. Evaluación del estado de salud. Un niño sano normalmente tiene un mayor deseo de explorar y aprender. Por tanto, es importante estar pendiente de los avances en su crecimiento físico, así como de las vacunas que ha recibido y de las enfermedades que ha padecido.
C. Evaluación del desarrollo educativo. Se evalúa primero al inicio del programa, para saber en qué nivel de aprendizaje se encuentra el niño y cuáles son los logros específicos hacia los que se le debe orientar; luego durante la aplicación del programa, para saber cuáles de estos logros se están alcanzando y cuáles requieren refuerzo; y al finalizar el programa, para identificar los logros pedagógicos alcanzados y hacia cuáles debe orientarse al niño en el futuro.

                             

                                 Cuerpo sano y mente sana

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